Ernesto habrá de convertirse a los doce años en el hijo del héroe, al conocer la muerte de su padre como parte de las tropas cubanas enviadas a Angola. La realidad de la Revolución se vuelve entonces más evidente, y contradictoria, sobre todo a medida que Ernesto se interesa e indaga en ese periodo que parte de la selva hasta la muerte del padre. Pero ¿se puede ser hijo de un héroe en un país socialista? «Un día nos adentramos en el bosque y, caminando despacio por el trillo que bordea la calle, llegamos al lugar mágico donde estaba el puentecito y así empezó la siguiente aventura.» Ernesto intenta reconstruir la muerte del padre, en un viaje que lo llevará de Cuba a distintas ciudades europeas, y ahí se dará cuenta de que nada es como lo imaginó ni como se lo contaron. Los tentáculos de la guerra son largos y complejos, imposibles de cortar en cuanto uno se ha enredado en ellos.